Científicos de la Universidad de Extremadura ponen a punto una técnica para enriquecer cultivos como el trigo, el guisante, el garbanzo y la cebada con este micronutriente de gran importancia para la salud de la población
El selenio cumple una función extremadamente importante en el metabolismo del ser humano. Ingerido en las dosis normales, las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), este mineral contribuye al buen funcionamiento del sistema inmune, a la regulación de enfermedades virales, el tiroides o los estados anímicos, por ejemplo. Además, es un excelente antioxidante y antiinflamatorio natural contra la artritis reumatoide, la pancreatitis, o incluso, el asma.
La principal vía de incorporación del selenio en el organismo es a través de la alimentación. Pero, a pesar de sus enormes beneficios, su presencia es escasa, debido principalmente a que los alimentos de origen vegetal, base de la dieta mediterránea, son pobres en el mismo.
Esta carencia se debe sobre todo a los deficientes niveles de selenio disponibles en los suelos de muchos de los campos españoles. Como consecuencia, en el país existe una deficiencia severa en la ingesta de este micronutriente, en muchos casos por debajo de los niveles recomendados por las autoridades sanitarias, que según los expertos podrían estar afectando a una parte importante de la población nacional, “predisponiéndola a padecer cierto tipo de enfermedades”.
Para acabar con este problema, investigadores de la Universidad de Extremadura han puesto a punto un procedimiento, basado en la “biofortificación agronómica”. Esta técnica consiste en la fertilización, en este caso con selenio, de cultivos vegetales muy consumidos, como el trigo, con el fin de dotar a sus productos derivados, como la harina, de la concentración necesaria para aumentar los niveles en el organismo.
Para llegar a estos resultados, “en los ensayos hemos realizado todo el proceso, desde el cultivo hasta el procesado final de sus productos derivados como pasta, garbanzos, cerveza, etc., para ver qué cantidad de selenio, del inicialmente incluido mediante fertilización, mantenía finalmente el alimento que ingerimos”. Así lo ha detallado una de las investigadoras principales. Como ha subrayado la profesora María José Poblaciones también se ha analizado en qué forma química se produce, ya que no todas las fórmulas son igual de asimilables por el organismo, “hemos visto que con sólo 10 gramos por hectárea, de selenio aplicado como selenato sódico, sería suficiente para llegar a esos niveles mínimos recomendables para la salud”.
¿Cómo introducirlo en la dieta?
El selenio no es un micronutriente esencial para las plantas, “su aplicación, y menos a las dosis consideradas, no supondría una mejora cuantitativa ni cualitativa de las producciones” según Poblaciones. Es por ello que resultaría difícil que el agricultor por motu proprio realizase la aplicación, al fin y al cabo, esto no le supondría más que un coste añadido que no repercutiría en una mayor producción ni en un mayor ingreso.
Así, para llegar a implementar esta técnica de fortificación, el Grupo Agronomía baraja dos alternativas: o bien que desde la administración pública promuevan la inclusión de selenio en los fertilizantes habituales, tal y como se ha hecho en países como Finlandia, para generalizar su uso en zonas con deficiencia de este elemento en el suelo; o bien que, empresas agroalimentarias, viesen un nicho de mercado en la producción de alimentos funcionales enriquecidos con selenio, de forma que ese valor añadido que tuvieran esos productos repercutieran en mayores precios a percibir por los agricultores que lo hicieran.
Selenio también para los animales
Además, las soluciones aportadas por varios miembros del Grupo de Investigación Agronomía de la Universidad de Extremadura, donde se enmarcan todas estas investigaciones, tienen también aplicación en la producción animal.
Al igual que para el ser humano, el selenio es también esencial para los animales. Por tanto, según este equipo de investigadores “aplicando selenio mediante fertilización a los pastos, se estaría incrementando los niveles en el forraje que evitarían ciertas enfermedades de los animales y mejoraría su estado sanitario general”.
Animales alimentados con pasto enriquecido con selenio incrementarían los niveles de este nutriente en las canales o en los productos animales derivados, que a su vez serían incorporados a la cadena alimentaria para ser aprovechados por las personas. “Por ejemplo, en el ganado se produce la enfermedad del músculo blanco, que se da especialmente en corderos, que se debe precisamente a consumir pasto o forraje con niveles deficientes de selenio, entre otros factores, lo que es común en las condiciones extremeñas. La solución terapéutica actual pasa por suministrar selenio a los animales principalmente mediante inyecciones, con el consiguiente gasto para los ganaderos. Con la biofortificación de los pastos con selenio se podría prevenir la enfermedad y obtener productos animales con mayores niveles de este micronutriente”, según otro de los autores de estas investigaciones, el coordinador del Grupo, Óscar Santamaría.
Selenio en el Mediterráneo
Otra de las aportaciones de estas investigaciones ha sido conocer cómo se comporta esta técnica de la “biofortificación” en condiciones mediterráneas, “dónde existían muy pocos estudios sobre el tema”, ha advertido la otra de las autoras, Sara Rodrigo. “Ya que esta técnica se ha utilizado principalmente en países del centro y norte de Europa en donde las condiciones climáticas son muy diferentes y por tanto la aplicabilidad y su efectividad podía ser también muy diferente”, según la doctora.
Recomendaciones
Estos expertos son partidarios, incluso, de consumir niveles por encima de los mínimos recomendados por la OMS -50 mg diarios en un adulo-, ya que hay estudios clínicos que demuestran que una ingesta mayor tiene más beneficios para la salud. Aunque desde su descubrimiento en el siglo XIX ha sido considerado un elemento tóxico, lo cierto es que “sólo sería perjudicial a niveles muy elevados, difíciles de alcanzar con una dieta normal”. El umbral de toxicidad para padecer selenosis está en el rango de 850-950 miligramos diarios, mientras que los niveles que se conseguirían con productos enriquecidos podrían ser del orden de 0,2 miligramos al día.
El selenio se encuentra presente en alimentos ricos en proteínas como las carnes, los pescados, las nueces, el ajo o las legumbres. Los expertos de la UEx recomiendan intentar suplir las carencias actuales con dietas equilibradas en las que las legumbres tengan un peso importante (al menos tres veces por semana). Como ha advertido Poblaciones, en los suplementos alimenticios que incluyen selenio, éste suele estar en forma inorgánica, que es mucho menos asimilable por el organismo que el selenio que está en forma orgánica (el que está incluido en los alimentos vegetales o animales), de ahí que “las pastillas no sea el remedio para acabar con este problema”.
Referencias:
Rodrigo SM, Santamaría O, Poblaciones MJ. “Selenium application timing: influence in wheat grain and flour selenium accumulation under Mediterranean conditions”. Journal of Agricultural Science 6, No. 3; 2014.
Poblaciones MJ, Rodrigo SM, Santamaría O. “Evaluation of the potential of peas (Pisum sativum L.) to be used in selenium biofortification programs under Mediterranean conditions”. Biol Trace Elem Res 151:132–137; 2013.
Poblaciones MJ, Rodrigo SM, Santamaría O, Chen Y, McGrath SP. “Agronomic selenium biofortification in Triticum durum under Mediterranean conditions: From grain to cooked pasta”. Food Chemistry 146:378–384; 2014.
Poblaciones MJ, Santamaría O, García-White T, Rodrigo SM. “Selenium biofortification in bread-making wheat under Mediterranean conditions: influence on grain yield and quality parameters”. Crop & Pasture Science 65, 362–369; 2014.
Rodrigo SM, Santamaría O, López-Bellido FJ, Poblaciones MJ. “Agronomic selenium biofortification of two-rowed barley under Mediterranean conditions”. Plant Soil Environ. 59:115–120; 2013.
Muchos árboles acompañan cuentos y leyendas populares. El tejo es una de estas especies, considerada sagrada para los celtas y envuelta en un especial halo de misterio gracias a su longevidad, puede vivir hasta 2.000 años, y las propiedades medicinales de algunos de sus componentes, el taxol, un alcaloide utilizado en el diseño de fármacos anticancerígenos.
El tejo, Taxus baccata L, es el único árbol catalogado como especie en peligro de extinción por el Gobierno de Extremadura, según el Decreto 37/2001. Esta especie ha sido objeto de investigación por parte del Grupo Investigación Forestal de la Universidad de Extremadura en el marco de su línea de investigación relativa a la biología y conservación de especies relictas. El objetivo, iniciado en 2002, ha permitido al grupo estudiar la conservación de más de veinte especies arbóreas amenazadas, con la finalidad de remediar el estado de conservación desfavorable, a través de proyectos financiados en una primer etapa por el Gobierno de Extremadura y desde 2006 mediante convocatorias del Plan Nacional de I+D.
Los resultados del estudio advierten que el tejo vive en un ambiente marginal y en condiciones desfavorables en Extremadura. Son poblaciones fragmentadas, separadas por largas distancias que impiden la polinización necesaria para la regeneración de la especie. “El tejo es una especie relativamente común en el nordeste de Europa. En el sur de Europa y Norte de África se hace cada vez más raro debido a las sequías, los incendios forestales y el pastoreo excesivo. Todo ello ha acentuado el declive y aislamiento de la especie”, afirma el experto de la UEx, Fernando Pulido, responsable de esta investigación. En la Península Ibérica y en Extremadura, el tejo habita en zonas húmedas de montaña cerca de arroyos. “En este sentido, su inaccesibilidad se convierte en su mejor protección frente a la amenaza del fuego y pastoreo”, sugiere Pulido.
En un primer momento de la investigación, los expertos de la UEx han identificado y localizado en torno a 200 ejemplares en un inventario y mapa de esta especie en Extremadura. Esta localización previa ha permitido llevar a cabo el estudio en las tres zonas con una densidad de población relativamente alta, en torno a 20 y 30 árboles: Nuñomoral en las Hurdes, que acoge la reserva más grande de tejos, Garganta de Cuartos en Losar de la Vera y Garganta de los Papúos en el Valle del Jerte.
Enemigos del tejo
“La peculiaridad del tejo es que hay árboles “machos” que generan polen pero no frutos, y árboles “hembras” que producen sólo frutos”, explica Pulido. Para que la especie se reproduzca, el polen tiene que llegar hasta los ejemplares productores de frutos y polinizarlos. Sin embargo, y así lo ha demostrado el equipo de la UEx, las grandes distancias entre los ejemplares obstaculizan la polinización. Para llegar a esta conclusión dividieron los árboles en dos grupos, el primero polinizado de manera natural y el segundo polinizado artificialmente. Esta metodología ha permitido a los investigadores comprobar que los tejos polinizados de forma artificial multiplicaron por tres la producción de frutos. Así, queda probado que es la ausencia de polen y no otros factores, la causa detrás de la disminución de frutos.
Además, los investigadores han encontrado otro problema añadido a la polinización y que afecta también a la regeneración de la especie en ambientes marginales. Los frutos del tejo están formados por un arilo rojo que envuelve la semilla. Su vistoso color atrae a los pájaros y mamíferos que comen la parte carnosa y blanda del fruto, expulsando así la semilla. De esta manera, los animales favorecen la diseminación de las semillas y su germinación, ya que se trata de una especie gimnosperma, como los pinos y abetos. Sin embargo, los investigadores han comprobado que el consumo de las semillas por parte de los roedores impide en muchos casos la germinación de estas. Así es el caso sobre todo en poblaciones marginales de tejos donde las tasas de recogida de semillas por los roedores ascienden hasta un 92,5%, mientras que en grandes concentraciones los valores registrados son de 65,4%.
La consecuencia de la marginación ecológica es evidente. Sin polinización no hay frutos, y por tanto, tampoco semillas, y sin semillas no se produce la regeneración y nacimiento de nuevos árboles. “Los tejos que sobreviven en Extremadura son ejemplares viejos, se están muriendo y la población no se regenera, de manera similar a lo que está ocurriendo a las encinas en la dehesa extremeña”, señala Fernando Pulido. Ahora sólo falta aplicar las medidas de mitigación propuestas por los expertos para favorecer la regeneración de la especie.
Se trata de la tortuga acuática autóctona de la Península Ibérica. Los resultados de esta investigación llevada a cabo por Alfonso Marzal, profesor de la Facultad de Ciencias de la UEx, en colaboración con el Museo Nacional de Ciencias Naturales, revelan que durante el embarazo, el rendimiento del aparato locomotor de las hembras de galápago leproso grávidas disminuye debido al peso adicional adquirido, por lo que aumenta el riesgo de depredación.
La realidad del comportamiento humano se ve en numerosas ocasiones reflejada en el de los animales, por ello, a menudo los modelos animales permiten investigar problemas que son difíciles de estudiar directamente en personas. Los animales, ante diversas situaciones de riesgo como el ataque de un depredador, deben decidir qué comportamiento seguir, dependiendo de su condición física y su valor reproductivo residual.
Es el caso de un estudio llevado a cabo por la Universidad de Extremadura, en el que se ha analizado el comportamiento de hembras de galápagos adultas embarazadas de la especie Mauremys leprosa ante situaciones de riesgo.
Las investigaciones revelaron que, dependiendo del estado reproductivo en el que se encuentre el reptil, las respuestas de comportamiento ante condiciones de riesgo varían. Para ello, como explica el investigador de la UEx Alfonso Marzal “expusimos al reptil a varias situaciones de peligro. Simulamos ataques de depredadores y medimos el tiempo que las tortugas tardaban en ocultarse completamente en el interior de sus caparazones. También se evaluó el tiempo que permanecían inmóviles antes de comenzar a escapar del depredador (es decir, los tiempos de espera) y la actividad exploratoria de las mismas”.
El estudio llevado a cabo en dos localizaciones muy específicas, concretamente en Olivenza y Alconchel, desveló que la diferencia de peso entre hembras grávidas, es decir embarazadas, y hembras no grávidas marca la reacción de las mismas, debido fundamentalmente a la carga en su interior de huevos y al mantenimiento de embriones. Así, una hembra embarazada tiene una reacción más lenta ante una situación de peligro y tienden a asumir menos riesgos para proteger no sólo sus huevos sino también su mayor valor reproductivo potencial, pues su condición física se ve mermada.
Sin embargo, en lo que se refiere al comportamiento exploratorio de estos réptiles, se puedo comprobar que el hecho de estar preñada no afecte este parámetro, tal y como nos aclara Alfonso Marzal, “en nuestro estudio, el número de embarazos no afectó el comportamiento exploratorio, lo que sugiere que este factor podría ser poco importante para la exploración en nuevos entornos o que el efecto podría ser enmascarado por otros factores”.
Las investigaciones también demostraron que no sólo cambia el comportamiento de las tortugas por el hecho de tener en su interior más huevos o menos, sino que también las hembras grávidas tienen un valor reproductivo mucho mayor que el resto de hembras y por ello no asumen riesgos.
El galápago leproso
El galápago leproso (Mauremys leprosa) es una especie de galápago semiacuático de la familia Geoemydidae, la tortuga acuática autóctona de la Península Ibérica. Se distribuye exclusivamente por el suroeste de Europa (Francia, Portugal y España) y noroeste de África. Vive en masas de agua dulce como ríos o pantanos. En los últimos años se ha observado una reducción en el número de individuos e, incluso, la desaparición de varias poblaciones en la Península Ibérica.
Es carnívora, se alimenta básicamente de otros animales (ranas, tritones, caracoles, insectos, gusanos, pequeños crustáceos, pequeños peces, sanguijuelas, etc.), aunque puede ingerir alimento de origen vegetal y solo suele salir del agua para tomar el sol y rara vez, para investigar su terreno.
Referencia Bibliográfica
Ibáñez A, Marzal A, López P, Martín J. (2015). Reproductive state affects hiding behaviour under risk of predation but not exploratory activity of female Spanish terrapins. Behav Processes 111:90-6. doi: 10.1016/j.beproc.2014.12.004. Epub 2014 Dec 17.